Israel ha decidido ampliar el muro de nueve metros de altura que rodea parte de Cisjordania desde hace dos décadas. Esta controvertida decisión se presenta como una respuesta a la ola de atentados en la que han muerto 14 personas en las tres últimas semanas en cuatro ciudades.
El Gabinete de Seguridad acordó durante una reunión de emergencia en la noche del sábado construir 40 kilómetros más del polémico paredón en sustitución de un tramo de valla metálica en el noroeste del territorio ocupado, en una zona de la que procedían los atacantes de los dos últimos tiroteos, cometidos en el área metropolitana de Tel Aviv.
El nuevo muro contará con “medios de protección y componentes electrónicos adicionales”, según anunció el ministro de Defensa, el exgeneral Benny Gantz, “con el fin de mejorar la seguridad”.
La llamada barrera de seguridad (una sucesión de altos muros de hormigón jalonados por torres de vigilancia, tapias, vallas y rejas) que debe rodear el perímetro cisjordano a lo largo de 708 kilómetros, comenzó a erigirse en plena Segunda Intifada (2000-2005), con el objetivo de prevenir los atentados en Israel.
Fue diseñada para penetrar en el territorio palestino en un 85% de su recorrido, lo que implicaba la anexión de hecho de un 10% de Cisjordania. Por ello, el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya la declaró ilegal en 2004 por extenderse más allá de Línea Verde, que sirvió como divisoria fronteriza hasta la ocupación israelí de los territorios palestinos en 1967.
Su serpenteante línea sigue aún pendiente de concluir. Con más del 60% de su trazado ejecutado, Israel ha desembolsado hasta ahora unos 13.000 millones de shéqueles (3.700 millones de euros), según una estimación del portal informativo Times of Israel. El nuevo tramo en el noroeste de Cisjordania ha sido presupuestado en 360 millones de shéqueles (102 millones de euros) por el Ministerio de Defensa.
Paradójicamente, la barrera concebida para contener los ataques armados desde Cisjordaniaha dejado amplios espacios abiertos (como al oeste de Belén y al sur de Hebrón) por los que mayoritariamente transitan palestinos que buscan en el mercado laboral israelí una escapatoria a la miseria. También lo atraviesan los atacantes de grupos radicales. “La barrera de seguridad tiene cientos de brechas”, recuerda Yossi Yehoshua, corresponsal de asuntos militares del diario Yediot Ahronot, “y unos 30.000 palestinos la atraviesan clandestinamente, en su gran mayoría para trabajar sin permiso en Israel”.
Más de 100.000 habitantes de Cisjordania cuentan con una autorización de trabajo reconocida y otros 20.000 están empleados en los asentamientos de colonos, pero otros muchos cruzan a diario clandestinamente la barrera de separación, aun a riesgo de ser tiroteados por las fuerzas de seguridad. Se juegan la vida para trabajar en la agricultura o la construcción de Israel, donde ganan más del triple que en Cisjordania.
La reparación de las numerosas brechas que presenta la barrera no parece haber sido una prioridad del Estado judío durante los 12 años de gobiernos dirigidos por el conservador Benjamín Netanyahu. Su terminación definitiva equivaldría a reconocer, en la práctica, unos límites territoriales concretos para el futuro Estado palestino, cuando las negociaciones entre israelíes y palestinos se encuentran suspendidas desde 2014. Así se lo acaban de recordar al actual Ejecutivo de amplia coalición los parlamentarios de la extrema derecha israelí. “No va a ser una valla de seguridad, sino una reja fronteriza”, advirtió la diputada Orit Struck, del Partido Religioso Sionista, en referencia a las potenciales consecuencias diplomáticas de la construcción del 40 nuevos kilómetros del controvertido muro de hormigón de nueve metros de altura. /ElPaís/