martes, 1 julio,2025
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Santa Cruz de la Sierra

Elecciones subnacionales y aprestos perturbadores

Por Jorge Landívar Roca

Tal vez más de un lector se pregunte porqué retorno a la extraña ocupación de escribir notas de opinión; lo primero que debo responder es que dejé de hacerlo porque estando en función pública me pareció poco ético. Por ello, hoy alejado de esta responsabilidad decidí retornar a esta incomprendida tarea animado por ese espíritu de quien tiene algo que decir. Algo que mucha, muchísima gente siente y piensa, pero que no puede o no se atreve a expresar: obvias observaciones sobre la realidad del país y sus regiones; descripción de personajes en circunstancias políticas que pude conocer y/o de las cuales fui crítico observador.
No es fácil sentarse frente a un computador y plasmar en su pantalla todo aquello que se quiere contar. Más complicado aún es hacerlo fríamente desconfiando de esa vena llamada inspiración. Conozco de esas fiestas de disfraces con que se viste la imaginación, de ellas se retorna sofocado al no haber evidenciado más que imposturas y escrito nimiedades.
El columnista con buenas ideas o a veces sin ellas, tienen su propia trinchera. Es la suerte de decir lo que se piensa, de modo que el ciudadano que en la calle nos mira sabe de nosotros, pues, así como los ojos son el espejo del alma, en el caso de los analistas las columnas son su reflejo.
Decidí también retornar a este trajín porque resulta frustrante vivir cargado de cosas que expresar, de experiencias vividas, de inquietudes e iniciativas y no poder comunicarlas. Sin embargo, la tarea de escribir notas de opinión es una experiencia de naturaleza arriesgada, complicada y generalmente incomprendida por quienes pueden sentirse afectados por ellas, sobre todo cuando se las escribe con un lenguaje claro y directo exento de abalorios y falsos oropeles. La solemnidad del lenguaje rebuscado no es sinónimo de compostura en la escritura. Estoy convencido que la sencillez y la agudeza pueden lograr con mayor eficacia el efecto pretendido.
El país vive una incertidumbre luego de las últimas elecciones, las expectativas ciudadanas de un profundo golpe de timón en la gestión de gobierno por circunstancias por demás conocidas y sobre las que mucha gente cifró expectativas de unidad y bienestar, augurio que en algún momento llegó a definir el tablero político del país, ha empezado a ceder paso a la desazón de la ciudadanía que vaticina el advenimiento de días aciagos de no primar la cordura y la sensatez gubernamental.
El ciudadano observa impávido la ofensiva política y cultural promovida desde el gobierno, que atenta contra el modo de vida, sistema económico y costumbres de una parte del país, acción además exacerbada por un álgido debate sobre la visión de dos Bolivia, estratégicamente sustentada por aprestos desestabilizadores en los gobiernos departamentales y municipales, propiciados por concejales y asambleístas afines al partido de gobierno, quienes pretenden convertir las instancias legislativas y de fiscalización en trincheras de confrontación política partidaria

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