Por: Felipe Caballero Ordóñez, consultor El 07 de diciembre de 2020, el Grupo Banco Mundial anunció que “organiza la respuesta sanitaria más rápida y grande de su historia para salvar vidas durante la pandemia de COVID-19”. |
En el contenido, de su anuncio, toma diversas expresiones y argumentos que forman parte de titulares de la prensa mundial desde el 31 de diciembre de 2019, cuando la República Popular de China informó oficialmente que “descubrió” la existencia de dicha enfermedad, ante la Organización Mundial de la Salud (OMS). Entre las expresiones ya comunes a nivel mundial se hallan por ejemplo: los médicos son |
los trabajadores de primera línea que ayudan a luchar contra la pandemia de COVID 19 (coronavirus); salvar vidas, proteger a los pobres y vulnerables, garantizar el crecimiento sostenible de las economías nacionales y trabajar para contribuir a una recuperación más resiliente; ayudar a abordar los impactos económicos y sanitarios de la pandemia; y muchas otras más. En medio de estas expresiones, lo cierto es que en materia de atención concreta, ningún país de occidente contaba con los conocimientos necesarios para encarar esta emergencia, pese a que algunos habían participado y por lo mismo tenían las experiencias adquiridas recientes en naciones africanas durante la epidemia de ébola, entre 2014 y 2016. Es en medio de esta situación de contexto que se articularon respuestas de emergencia para salvar vidas y para alterar el curso de la pandemia con un rápido desarrollo de las vacunas para “gestionar la pandemia”. En los países modernos se asume que dicha gestión se hace desde la lógica de integrar e interrelacionar los diversos campos de acción del planeamiento, la organización, la asignación de recursos, la administración, el monitoreo y la evaluación. Siguiendo esta línea de razonamiento corresponde preguntar: ¿Y quién hizo este conjunto de actividades desde la visión y los intereses de vida, de las personas que forman las sociedades civiles nacionales y del mundo?. Por los resultados concretos hasta ahora conocidos, sabemos que la orientación de las respuestas tomaron un rumbo que por un lado todavía no se puede evaluar de manera precisa en sus efectos e impactos sanitarios; aunque por otro lado, es evidente que se orientó hacia un rápido desarrollo de vacunas, a cargo de grandes emprendimientos económicos que cuentan con laboratorios e industrias farmacéuticas, y con sistemas de venta y distribución a gran escala, basados en el poder de compra y los arreglos institucionales de los países más desarrollados, donde la “diplomacia de los pueblos” no tiene nada que hacer como mecanismo de diálogo y transacciones. Lo real es real, y lo demás es engaño. De manera que en este plan de emergencia o ruta crítica, hasta ahora, a los países de ingresos bajos y medianos solo les correspondió encontrar recursos económicos para financiar la adquisición de las vacunas cuando hayan disponibles en el mercado mundial, y en su interior hacer la distribución según las reglas nacionales que normalmente son comandadas por los arrebatos de la política doméstica. En este campo, existen algunos Estados donde se empezó por el personal médico de primera línea y la población más vulnerable, aunque en otros, muy a la sazón de las folklóricas culturas latinoamericanas, se empezó por los allegados al poder y hasta se amenaza con puentear y negar la vacunación, a los oligarcas. Es que quienes lanzan dichas amenazas no saben que existe un Tribunal Internacional de Justicia que los juzgará y condenará, por genocidio. |

Además de estas consideraciones que distraen de los temas centrales, lo cierto es que la pandemia agravó una necesidad que ya antes existía en todos los países que se hallan en “vías del desarrollo armónico, integral, sostenible y resiliente”; y puso en evidencia la urgencia de esta necesidad, entre muchas otras, que consiste en construir y en muchos casos reforzar los sistemas nacionales de salud, ya que demostraron de manera superabundante, la insuficiencia de personal sanitario en todos los niveles, de equipos actualizados, de infraestructura apropiada, y sobre todo, de ejercicios prácticos de investigación(es) aplicada(s) en biomedicina general y específica; y, que todas estas acciones tengan olor a sociedad civil. Se trata de los aspectos más inmediatos, si acaso somos parte y cabalgamos en la modernidad civilizatoria. Todo lo demás es cuento para tercermundista profesionales. |
Son algunos lineamientos y campos, muy limitados pero los más urgentes, para definir y aplicar las políticas públicas sanitarias a nivel nacional, las que se presumen que deben conectarse con otras que pongan al país en relación con la comunidad internacional; espacio donde debe responderse al COVID 19 y sus mutaciones o variante, de manera coordinada, transparente y rápida, para efectivamente “salvar vidas” y se promueva la prestación de servicios sanitarios esenciales, como parte de una labor también esencial y básica, que contribuya a recuperar la economía, que merece otros tratamientos, aunque desde ahora y cada día con mayor claridad, se prevé que se debe enfocar desde la perspectiva de la “multidimensionalidad” de la actual crisis mundial, donde lo sanitario y lo económico son solo dos dimensiones de un más amplio sistema de vida que se halla en crisis decadente en algunos aspectos vitales, mientras que en otros, como el de las ciencias y tecnologías está creciendo y en florecimiento. Es decir, la actual crisis multidimensional puso al descubierto las dos puntas extremos y muchas de sus condiciones intermedias que caracterizan el fin de una época y el comienzo de otras. Una es la decadente y la otra es la floreciente. De manera que decadencia y florecimiento, con sus arreglos y desarreglos intermedios, al final son solos dos eslabones en la larga cadena de la historia. Así fue, es y será siempre la historia del ser humano. |