sábado, 2 agosto,2025
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Fracasa convocatoria de unidad de la izquierda y se profundiza la fragmentación del MAS rumbo al 17 de agosto

La fallida reunión de unidad convocada por el ala “arcista” del Movimiento Al Socialismo (MAS), liderada por Grover García, revela con claridad el deterioro de los puentes dentro de la izquierda boliviana. La ausencia de actores clave —como los representantes del expresidente Evo Morales, de Andrónico Rodríguez (Alianza Popular) y de Eva Copa (Morena)— confirmó que el oficialismo no solo atraviesa un momento de dispersión política, sino de desconfianza mutua entre sus principales liderazgos.

La convocatoria tenía un objetivo ambicioso: articular un frente único de cara a las elecciones judiciales del 17 de agosto. Sin embargo, su rotundo fracaso no solo mostró la falta de voluntad política para superar las fracturas internas, sino también las tensiones acumuladas entre las distintas facciones que hasta hace poco compartían un mismo proyecto.

Grover García, presidente del MAS y figura emergente del oficialismo vinculado al presidente Luis Arce, trató de mitigar el revés argumentando que la convocatoria respondía a un pedido de las bases sociales. Pero su discurso, lejos de generar consenso, evidenció el aislamiento de su corriente: a la cita solo asistieron representantes de organizaciones sociales, el Partido Socialista 1 (PS-1) y un único militante de Alianza Popular.

Una izquierda sin articulación ni liderazgo único

La izquierda boliviana se enfrenta a una paradoja: tiene múltiples expresiones políticas activas, pero ninguna capacidad real de cohesión. Ni la figura presidencial de Luis Arce, ni la del expresidente Evo Morales, ni los nuevos liderazgos regionales han logrado unificar visiones ni estrategias.

La ausencia de Evo Morales —cuya facción exige “una disculpa de rodillas” para retomar el diálogo— simboliza el punto muerto en el que se encuentra el intento de reconciliación. A su vez, la ausencia de Andrónico Rodríguez, hasta hace poco promovido como posible bisagra entre las alas enfrentadas, sugiere que su agrupación ha optado por distanciarse del conflicto y preservar su autonomía.

En este contexto, Eva Copa y su agrupación Morena también marcan distancia, apostando por construir su propio espacio fuera de las viejas disputas del MAS.

Del Castillo, ¿sacrificio o imposición?

Otro punto clave del análisis gira en torno al futuro de la candidatura del actual ministro Eduardo Del Castillo, a quien Grover García respalda como cabeza del binomio oficialista junto a Milán Berna. Si bien García no descartó que Del Castillo dé un paso al costado como parte de un eventual pacto de unidad, dejó claro que no será por imposición, sino por consenso.

Este matiz es revelador. Muestra que, incluso ante la posibilidad de construir unidad, la facción arcista no está dispuesta a ceder fácilmente en su estrategia electoral, lo que refuerza la percepción de que la convocatoria fue más una jugada táctica que una verdadera apertura al diálogo.

Perspectivas: la unidad, cada vez más lejana

Con los plazos electorales avanzando, el margen para una articulación de izquierda se reduce drásticamente. Grover García insiste en que “aún hay tiempo”, pero la evidencia indica lo contrario. Las condiciones políticas actuales —marcadas por la desconfianza, las agendas paralelas y los vetos cruzados— hacen improbable un acuerdo real antes del 17 de agosto.

Si no se logra un pacto en el corto plazo, lo que se perfila es un escenario en el que las distintas fuerzas de izquierda competirán entre sí, debilitando su presencia frente a una oposición que, aunque también fragmentada, podría capitalizar el desencanto de una ciudadanía harta del conflicto interno en el MAS.

Lo que está en juego no es solo una elección judicial: es la proyección de quién —y cómo— liderará la izquierda boliviana en los próximos años. Por ahora, la respuesta parece seguir en el aire.

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