martes, 4 noviembre,2025
29 C
Santa Cruz de la Sierra

Bolivia: votar para Gobernar es votar para controlar

MSc. Hugo Salvatierra Rivero, periodista y docente universitario

He esperado que las aguas se aclaren luego del turbulento escenario político que nos dejaron las pasadas elecciones presidenciales, para hablar del voto fragmentado, opción que eligió el pueblo boliviano en dichos comicios. Este resultado, por un lado, ha enterrado al masismo y, por el otro, envía una señal clara: el electorado no quiere más caudillos autoritarios. Por ello, evitó que algún candidato obtuviera mayoría absoluta, aplicando así un “autocontrol” al poder.

Me explico: ninguno de los dos frentes que pasaron al balotaje (segunda vuelta) obtuvo una mayoría absoluta en la Asamblea Legislativa Plurinacional. Esto se llama “Madurez del Pueblo”. El hecho de que los ciudadanos hayan votado de manera fragmentada para “autocontrolar” al poder es, sin duda, un argumento de madurez democrática.

Muchos académicos bolivianos del derecho constitucional, como William Herrera Añez, Eduardo Rodríguez Veltzé, Farit Rojas Tudela, han escrito sobre cómo el hiperpresidencialismo latinoamericano se manifiesta en Bolivia, especialmente con el control de los órganos de poder (Judicial, Electoral) y el uso de la mayoría legislativa para consolidar el control.

El pueblo, parece haber aprendido la lección de no dejar todo el poder en una sola mano. Por eso, votó fragmentado para evitar la aparición de nuevos “reyezuelos autoritarios”: en la historia de Bolivia, una mayoría absoluta en el Legislativo puede llevar a la tentación del Ejecutivo de modificar leyes o la Constitución sin necesidad de diálogo (como se evidencia en el gobierno de Evo Morales). El electorado, al negarle una mayoría aplastante a un solo partido político, fuerza la negociación para alcanzar la gobernabilidad.

El resultado electoral revela que el voto no fue monolítico. El elector diversificó su apoyo entre el Ejecutivo (un presidente) y el Legislativo (donde otros partidos ganaron escaños). Esto no es accidental; es un rechazo a la concentración total del poder.

Podemos estar descontentos porque nuestro candidato no fue elegido presidente, pero no podemos cerrar los ojos ante la decisión del pueblo que votó por el “Autocontrol” entre el Gobierno y la Oposición.

En un sistema democrático, el control mutuo de poderes es fundamental. Por ello, existe la necesidad de pactos. Cuando un gobierno no tiene mayoría o los dos tercios en el Congreso, se ve obligado a dialogar y negociar con la oposición para aprobar leyes, presupuestos o nombramientos cruciales. Este es el escenario de una “democracia pactada”.

El pueblo cansado del abuso y la prepotencia de veinte años de gobierno autoritario del MAS, fragmentó el voto y abrió las puertas al equilibrio de poder. La fragmentación en el Legislativo actúa como freno y contrapeso natural. La oposición mantiene la capacidad de fiscalizar, bloquear o modificar iniciativas que perciba como excesivas o perjudiciales, limitando así el potencial autoritario de cualquier “reyezuelo”.

Si bien el escenario de una “democracia pactada” puede generar inestabilidad o parálisis legislativa (dificultad para aprobar leyes), también es un motor de la deliberación democrática que impide la imposición unilateral del poder. El votante, al fragmentar su apoyo, ha colocado el poder en el centro de la mesa de negociación, obligando a la clase política a trabajar de manera conjunta.

Que los políticos entienden que el pueblo boliviano votó para gobernar, pero también, votó para controlar al gobierno.

Mas recientes

Mas Noticias