El balotaje presidencial dejó a Bolivia con un nuevo mapa político y una pregunta abierta: ¿qué papel asumirá Jorge “Tuto” Quiroga tras su derrota frente a Rodrigo Paz?
Durante la campaña electoral, las acusaciones entre ambos candidatos fueron implacables. Los cruces no solo se centraron en propuestas o gestión, sino que incluso alcanzaron el terreno familiar. Uno de los ataques más duros señalaba a Paz y a su compañero de fórmula, Edmand Lara, como “candidatos camuflados del MAS”, lo que tensionó aún más el ambiente político.
Tras conocerse los resultados oficiales —que dieron a Rodrigo Paz la victoria con el 62% frente al 38% de Quiroga—, el líder de la alianza Libre reconoció su derrota y felicitó al nuevo presidente electo. Sin embargo, su gesto fue mal recibido por parte de algunos de sus aliados, quienes denunciaron presuntas irregularidades en el conteo y pidieron desconocer los resultados.
En Santa Cruz, donde Tuto obtuvo su mayor respaldo electoral, la base política del excandidato no vería con buenos ojos una eventual alianza con el nuevo Gobierno. En esa región, muchos militantes consideran que Paz representa una continuidad del modelo del MAS, mientras otros ven en él una oportunidad de concertación nacional.
Hoy, la expectativa gira en torno a la decisión que tome Quiroga: si optará por sumarse a un gobierno de unidad nacional, como ya sugirieron algunos sectores moderados, o si se consolidará como el nuevo referente de la oposición.
Con una bancada minoritaria pero cohesionada en el Legislativo, Tuto tiene la posibilidad de convertirse en un contrapeso real al Gobierno, especialmente si logra articular a las fuerzas cívicas y regionales que no se sienten representadas por el nuevo oficialismo.
Por ahora, el silencio de Quiroga mantiene la tensión. Pero en la arena política boliviana, donde las lealtades son volátiles y los pactos se tejen con rapidez, la definición podría llegar más pronto de lo esperado.