A poco más de dos semanas de las elecciones generales en Bolivia, la campaña electoral ha ingresado a su etapa más decisiva. La tercera encuesta nacional de intención de voto realizada por Consulting para EL DEBER no solo reconfigura el tablero político, sino que refuerza el liderazgo de Samuel Doria Medina (Unidad), quien no solo se consolida en la cima del sondeo con un 34,6% en Santa Cruz, sino que ha empezado a marcar distancias claras con sus principales contendores. A nivel nacional Samuel tiene 24,5% y Tuto el 22,9%.
El debate presidencial organizado bajo el título “Bolivia Vota” no hizo más que confirmar el nuevo tono de confrontación que adoptará la recta final de la campaña. En este escenario, Doria Medina no solo se posicionó como el candidato con mayor intención de voto, sino que asumió un rol de fiscal político, lanzando una acusación directa contra Eduardo Del Castillo (MAS) por el “secuestro” del gobernador cruceño Luis Fernando Camacho.



Santa Cruz, bastión decisivo y símbolo del conflicto
Los datos de la encuesta revelan un hecho estratégico: Doria Medina se ha adueñado del voto cruceño. Su crecimiento se explica, en parte, por su discurso centrado en la defensa de la institucionalidad regional y los derechos vulnerados por el centralismo. Santa Cruz —donde el recuerdo de la aprehensión de Camacho aún genera rechazo ciudadano— parece haber encontrado en Samuel un interlocutor válido, que no solo capitaliza el descontento, sino que lo convierte en promesa electoral: “En mi Gobierno rendirás cuentas por secuestrar a Camacho”, espetó al exministro Del Castillo durante el debate.
No es una afirmación menor. En un país donde la judicialización de la política ha sido una constante, Doria Medina tocó un nervio sensible: el uso instrumental de la justicia. Esta línea discursiva conecta emocionalmente con un electorado que percibe que las acciones contra Camacho y Áñez fueron más actos de venganza que de legalidad. Su promesa de someter a Del Castillo a la rendición de cuentas no es solo un acto de campaña, sino un mensaje de justicia retributiva, especialmente en el oriente del país.
Del Castillo: la carga del MAS y un pasado que no cesa
Eduardo Del Castillo, relegado a los márgenes de la intención de voto con apenas un 1,9%, intentó sin éxito equiparar a Doria Medina con figuras vinculadas al gobierno transitorio de Jeanine Áñez. En su estrategia, el exministro-candidato desplegó una lista de nombres para asociar al empresario con el pasado reciente: Navajas, Rivas, Murillo. Sin embargo, las alusiones no lograron mermar el aplomo del candidato de Unidad, quien respondió con una afirmación contundente: “Yo respondo por mis actos”.
Lo que sí logró Del Castillo fue tensar aún más el debate con un tono burlesco al apodar a su rival como “Samuelitio”, apelativo que Doria Medina no dejó pasar. La respuesta fue demoledora: “¿A vos te decía Sonia un narcotraficante, no?” La disputa verbal dejó expuesto el nivel de polarización y agresividad que marcará el tramo final de la campaña, donde los debates ya no serán sobre propuestas, sino sobre la legitimidad moral y política de los contendores.
Los márgenes, el balotaje y el factor indeciso
Mientras Doria Medina y Tuto Quiroga disputan el liderazgo, y Andrónico Rodríguez cae al 6,8%, la atención se traslada hacia el 25% del electorado que aún se mueve entre votos nulos, blancos e indecisos. Ese segmento será decisivo en la posibilidad —cada vez más cercana— de un balotaje. Pero más allá del número, hay una pregunta abierta: ¿quién capitalizará ese caudal de descontento? ¿La promesa de cambio y justicia que encarna Samuel o el regreso del viejo orden bajo nuevos disfraces?
La encuesta revela también una dispersión clara en el segundo bloque de candidatos: Paz Pereira, Reyes Villa, Del Castillo y Fernández se reparten porcentajes mínimos, incapaces de configurar una tercera vía. En contraste, la narrativa de Doria Medina se fortalece: liderazgo en las encuestas, control del discurso mediático, y un mensaje claro para los sectores más movilizados del país.

Un liderazgo con tono de sentencia
Samuel Doria Medina no solo ha tomado impulso en las encuestas, también se ha apropiado del conflicto político como plataforma de liderazgo. En su lenguaje hay una mezcla de desafío, justicia y restauración del orden. Encarar a Del Castillo en el debate no fue una simple réplica, fue una sentencia pública, una promesa que ya trasciende lo electoral: hacer pagar a quienes, según él, utilizaron el poder para reprimir.
La recta final hacia las urnas promete ser intensa, pero si algo queda claro tras el último sondeo y el debate presidencial, es que el protagonismo ya no se disputa solo en cifras, sino en la narrativa de justicia y reparación que Doria Medina ha comenzado a escribir. Resta por ver si esa promesa se traduce en mayoría o si el país se encamina, inevitablemente, hacia un balotaje.