En la recta final de la campaña presidencial boliviana, las encuestas publicadas por las principales redes de televisión han configurado un relato en el que dos opositores —Samuel Doria Medina y Jorge “Tuto” Quiroga— aparecen como protagonistas indiscutibles. Las mediciones los colocan como líderes de la intención de voto y proyectan, incluso, un inédito escenario de segunda vuelta entre ambos.
Sin embargo, esta narrativa no surge de una manifestación contundente de la ciudadanía, sino de estudios de opinión en los que cerca de un tercio de los consultados ha preferido ocultar su voto o declararse indeciso.
El próximo domingo, los resultados oficiales revelarán cuán acertadas, erróneas o simplemente ilusorias fueron estas proyecciones. Pero ese día no solo estará en juego la precisión de las encuestadoras: también se pondrá a prueba la supervivencia política del Movimiento al Socialismo (MAS). Su candidato, Eduardo del Castillo, ronda el 3% de la intención de voto, un umbral que, de no superarse, podría significar la pérdida de la sigla partidaria que ha gobernado el país durante las últimas dos décadas.
Un país en vísperas de un hecho inédito
Bolivia llega a esta cita electoral con dos certezas preliminares: la posible segunda vuelta —la primera desde que se instauró en la Constitución de 2009— y un inusual porcentaje de voto oculto que supera el 30%, entre indecisos, blancos y nulos. Las encuestas coinciden, además, en señalar el derrumbe de Andrónico Rodríguez, heredero político de Evo Morales, quien ha pasado del tercer puesto a posiciones marginales. De confirmarse estos pronósticos, el desempate del 19 de octubre se disputaría en un Parlamento ya configurado con mayoría de derecha, algo inédito en los últimos 20 años.
El lastre histórico de las encuestas bolivianas
La historia electoral reciente de Bolivia invita a la cautela. En 2020, las encuestas subestimaron el voto a favor de Luis Arce en casi 13 puntos porcentuales, según un informe del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag), constituyendo uno de los errores de estimación más altos en América Latina.
Ricardo Fernández, economista y doctorando en Estadística en la Universidad de Granada, advierte que el liderazgo de Doria Medina y Quiroga podría ser más un reflejo de sesgos metodológicos que de un respaldo sólido y nacional: “Todas las encuestas parecen medir el mismo universo urbano y accesible, mientras ignoran corrientes subterráneas que podrían cambiar el resultado en las urnas”.
El voto rural —cerca del 30% del electorado— ha sido el pilar del MAS y continúa siendo un segmento de difícil acceso para los sondeos. Aunque las encuestadoras afirman haber abandonado las mediciones telefónicas para aplicar encuestas presenciales, el desafío persiste: muchas veces las localidades originalmente seleccionadas son sustituidas por otras más accesibles, introduciendo sesgos geográficos y políticos que alteran la representatividad.
El domingo de las verdades
La jornada electoral no solo será un referendo sobre las candidaturas de Doria Medina y Quiroga, sino también un examen para las encuestadoras y para la viabilidad del MAS como instrumento político. Si los resultados oficiales contradicen de manera drástica los sondeos, el país se enfrentará nuevamente a un debate sobre la transparencia, la cobertura y la honestidad de las mediciones que moldean el debate público.
En Bolivia, donde la política es tan impredecible como sus encuestas, el desenlace del 17 de agosto podría desmontar mitos, confirmar certezas o abrir un escenario completamente nuevo. Hasta entonces, los “dos jinetes” cabalgan sobre un terreno de arenas movedizas: el de las percepciones, no necesariamente el de la realidad.