
Por Felipe Caballera Ordóñez
Las cosas comunes son comunes, vastas y extendidas, aunque no siempre son bien comprendidas y entendidas. Pertenecen al territorio y al espacio de las personas comunes, tanto por su pensar, por su decir y por su hacer; es decir, pertenecen a nuestro territorio y viven en nuestro espacio, porque al final, aunque queramos diferenciarnos, debido a que nos consideramos muy inteligentes, todos somos comunes. Hacemos las mismas cosas comunes desde que nos despertamos en las mañanas hasta que nos dormimos en las noches.
De este modo, por ejemplo, quienes estudian filosofía escolástica lo hacen comúnmente como si se tratara de esa philosophia perennis, estática e inmutable en sus causalidades temporales y significados circunstanciales, como si hubiera llovido del cielo, haya tenido un origen divino o como si fuera una eterna maldición de cumplimiento obligatorio. Así somos de comunes.
A la hora de la verdad no hay nada de eso, yaque es una rama del conocimiento humano que aborda sistemas doctrinales y temas comunes nacidos en el pasado, construidos a partir de sus factores esenciales o principios activos, y reinterpretados en todos los tiempos así como en el presente, con tantos aciertos yerrores cuantos sean quienes la aborden.
Así, Santo Tomás, San Buenaventura y Duns Escoto, tienen cierto conocimiento de Sócrates, Platón, Aristóteles y San Agustín, de manera que aquello de philosophia perennis no es otra cosa que un continuum en la historia de los humanos, que ha sido influida en todos los momentos de esta historia por los hechos y el pensar, el decir y hacer de cada época, y con mayor fuerza y nitidez en la post moderna, tan turbulenta, dinámica y hasta híper activa.
Una ventaja de nuestros tiempos reside en que ya no estamos encerrados unívocamente en un método para ver qué resultados y consecuencias trae por ejemplo, con jugar, según “los criterios de la verdad y para fines de la verdad”, unas premisas falsas y unos principios erróneos, sobre todo si no se comprenden o examinan en su genuino contexto histórico.
Una desventaja reside en que es muy común escuchar y son muchos quienes sostienen que los sistemas filosóficos del pasado son únicamente reliquias de la Antigüedad.
Ya lo sostuvo Hegel en su Historia de la Filosofía, que para muchos quedó sólo como un registro de sistemas refutados y espiritualmente muertos, ya que cada uno de ellos dio muerte y sepultura al anterior.
Sin embargo, por ejemplo, la fuerza de la filosofía post moderna en la Teoría del Conocimiento, en la relación sujeto-objeto, a poner en claro que es imposible comparar el espíritu puro y más profundo del sujeto conociente con el objeto conocido, y viceversa.
De este modo, valiéndonos de dicho enfoque y aplicando su horizonte analítico, en el examen actual del positivismo histórico habrá que salvarlo del mecanicismo que implicó el supuesto paso consciente y obligatorio del capitalismo burgués a cualquier tipo de comunitarismo social, político o económico.
En este sentido la historia es testaruda, y por ello enseña avalorar las secuencias que provienen del pasado normal y las influencias formales y corrientes que en las formaciones económicas y sociales ejercen el desarrollo de los propios avances en las ciencias, en las tecnologías, en las formaciones económicas y sociales propias.
Y en este discurrir, sobre salen las que se producen de las más altas esferas de su propio desarrollo, de la cultura que del mismo se deriva, y de las diversas culturas con la que interactúa en tanto que ser humano pensante.
De manera que para el estudio de la filosofía, y a su interior la escolástica, o cualquier otra ciencia, se las deben considerar como recursos que tratan sobre procesos vivos, vitales y con energías propias, sabiendo que hacen parte de sistemas sociales y culturales más amplios, que se asientan en patrones económicos que se suceden unos a otros.
Esta secuencia no permite crear espacios para cualquier inclinación hacia el escepticismo o el menosprecio pragmático sobre las influencias de largo aliento del devenir histórico de una formación económica, social y cultural.
En su interior contiene miles de condiciones prácticas que generar ideas y pensamientos con vínculos sistémicos entre sí; son un conjunto de realidades y opiniones válidas que entre ellas tienen continuidad y conexiones: acción, proceso y reacción, tesis, antítesis y síntesis; que se entienden del todo si se valora en su contexto histórico y a la luz de sus relaciones con los demás sistemas.
Es evidente que esta tríadica (expresión alemana), troika(expresión rusa) y trica (expresión camba), de la tesis, la antítesis y la síntesis, encuentran inmejorables ejemplos de la evolución dialéctica de todos los procesos históricos, económicos, sociales, culturales, científicos, de los seres humanos, en ese largo camino de construir “El Espíritu Universal”, que a su vez cobra sentido con la actual “AldeaGlobal”, que en tiempos del COVID 19, se presenta como realidad concreta y puntual, después de un largo recorrido del ser humano por realizaciones positivas, fenómenos de la naturaleza incomprendido o invenciones de quienes quieren mantener hegemonía y poder.
Es evidente que el “último” conocimiento de un período es resultado del desarrollo acumulado y debe representar la más alta forma que de sí misma ofrece la auto conciencia del espíritu humano. De ahí que, en este período nos encontramos ante las más inesperadas decisiones de dicha auto conciencia del espíritu humano. Y en esta ruta corresponde preguntar ¿qué garantía tenemos de que el grado de desarrollo alcanzado en este período histórico, representa el último alto grado de realización alcanzable para el bienestar humano?
Veamos si al cabo de unos años los temas nuevos de análisis y discusión estén en torno a: Ser o no Ser Globalistas, aunque habrá que tomar en cuenta que ya somos habitantes de losnuevos tiempos de las pandemias globales, y que como tales, como seres comunes, debemos actuar en consecuencia y salir de los pequeños problemas que tenemos encima relacionados con el Vivir Aquí y Ahora.