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Santa Cruz de la Sierra

Paranoia política

Es muy fácil caer en la trampa del poder, más aún cuando se carece de la debida formación política y moral

Jorge Landívar Roca
Joan Brossa, poeta catalán, con mucho acierto decía: “Si quieres conocer a una persona, dale poder”. Esta es la ocasión propicia para advertir y conocer el comportamiento de un ciudadano revestido de poder. Es la oportunidad en que aflora la prepotencia y el abuso que lo hace sentirse por encima de la ley, olvidando que a su turno será juzgado. Es que el poder transforma negativamente a quien lo ejerce de manera inadecuada, deshonesta, abusiva y desleal.

David Owen, neurólogo, psiquiatra y político reconocido, al analizar la locura, señala que “el poder intoxica tanto que afecta el juicio” y en el mismo aspecto el Dr. Nelson Castro cita al “síndrome de Hubris”, (desmesura), para decirnos que este trastorno mental adquirido se manifiesta cuando el ego desmedido lleva a pensar, a quien ejerce el poder, que posee dones especiales, entre ellos el de intuir o percibir algo sin la intervención de la razón.

Algunas actitudes, producto de este empoderamiento, llegan a considerarse, dentro de las patologías del poder, como una “paranoia política”. Estudiado por el psicoanálisis, este comportamiento, llega a explicar como un individuo paranoico se vuelve megalómano con actitudes de pretender controlar todo; al extremo, incluso, de concebir al adversario político como un enemigo, al que hay que eliminar.

Esta patología, que usualmente se presenta en personas que incursionan en política y alcanzan un cargo de importancia y notoriedad, inicialmente se manifiesta cuando el individuo duda sobre su capacidad, pero pronto aparece el grupo de incondicionales que lo halagan y sobrevaloran, de modo que dicha autoridad empieza a creer que está ahí por mérito propio.

A continuación, luego de corto tiempo en el cargo, ingresa en la “ideación megalomaníaca”, es decir, sufre un trastorno de su personalidad, y le brota una obsesión por lo grande; se cree infalible y llega a creerse insustituible; es precisamente cuando decide que debe afincarse en el poder unos años más. Es entonces que le emerge lo que en sicología se conoce como “desarrollo paranoide”.

Empieza a desconfiar en quien le critica sus ideas, después se vuelve autocrático, toma decisiones sin consultar, está convencido que sus ideas son correctas; jamás reconoce su equivocación. Piensa que está convocado a realizar grandes hazañas. Lo grave de este problema es que quien lo padece “no tiene conciencia de ello.

Quien logra el poder, siempre quiere más y se deja llevar por la ambición desmedida, desarrollando un ego desbordado. Es muy fácil caer en la trampa del poder, más aún cuando se carece de la debida formación política y moral; quedar esclavo de él, abusar de él y ser finalmente su víctima. Sin embargo, quien comete abusos, atropellos, extorsiones, pensando en la posibilidad de perpetuarse en el cargo para salir ileso, se llevará más de una sorpresa, al verificar que la justicia tarda, pero llega. Esta situación se torna más dañina si quien asume una función de Gobierno o administra justicia padece de egolatría y, además, es un ignorante.

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