martes, 1 julio,2025
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Santa Cruz de la Sierra

Periodismo, la vacuna contra el virus de la desinformación

En mensaje-declaración de los periodistas de Santa Cruz en este 10 de mayo

Tuffí Aré, secretario de Libertad de prensa de la Asociación de Periodista de Santa Cruz

En tiempos de una crisis múltiple ahondada por la peor pandemia de estos tiempos, el periodismo es la mejor vacuna contra el virus de la desinformación, la “infopandemia”, bautizada así por la propia OMS. Un virus tan dañino y tan letal como el que ha enfermado y matado a miles de bolivianos.

Si antes de la pandemia los periodistas enfrentábamos una tormenta perfecta, ahora con la pandemia las amenazas al ejercicio de la noble labor de informar se han multiplicado y provocado un huracán perfecto, que busca arrasar la libertad de prensa y perforar, por lo tanto, la frágil democracia.

A esta hora exactamente tenemos periodistas en salas de terapia intensiva que luchan por sus vidas casi solitariamente frente a los estragos del virus. Hoy mismo, en este 10 de Mayo, homenajeamos en Santa Cruz de la Sierra a seis compañeros que se fueron durante la pandemia, de las decenas de colegas que perdimos en el país. La pérdida de conocimiento y de experiencia profesional de los que se van es irreparable, es irrecuperable para el oficio.

A esta hora exactamente tenemos también a centenares de colegas que han quedado desempleados o que aceptaron la reducción de sus salarios para continuar en las redacciones de diarios, radioemisoras o canales de TV. Otra de las horribles secuelas de la pandemia ha sido la aceleración de la caída de los ingresos de las empresas periodísticas privadas que no reciben subvenciones del Estado. La precarización de la economía de los medios es tan tóxica como el virus, ya que sin independencia económica es muy difícil mantener la independencia editorial y la distancia de los poderosos que solo quieren propaganda y que no soportan al periodismo plural.

Ante esta creciente fragilidad económica, el poder político constituido se lame y relame, porque sabe que este es el escenario ideal para que sus chantajes y presiones extorsivas dobleguen a las empresas periodísticas. Así ya no tienen la necesidad de acudir al recurso torpe de cerrar medios, matar periodistas o encerrarlos en una cárcel, como en los tiempos de la dictadura militar. Basta ahogarlos o aliviarlos con la pauta publicitaria. Alcanza con aislar o sacar de los medios a los periodistas que les resultan incómodos. O, les es suficiente con ordenar al ejército de “guerreros digitales”, de uno y de otro bando, que los ataquen, acusen y les pongan etiquetas desde el cobarde anonimato para erosionar el mayor patrimonio de un periodista: la credibilidad. A esta hora también, hay colegas atacados e incluidos por los “ciberguerreros” en cobardes “listas negras o de odio” para empujarlos a una muerte civil.

En realidad, han encontrado recursos más sutiles para camuflar sus torpezas y no ser calificados de abusivos y autoritarios. Fingen tener un compromiso con la libertad de prensa y de expresión que no tienen. Toman el nombre del pueblo para exigir un periodismo al servicio del pueblo, cuando en realidad a lo que aspiran es a conseguir una prensa al servicio de una militancia partidaria.

El secretismo y la desinformación son otras variantes del virus, otras cepas que se expanden a una velocidad tan exponencial como el mismo “corona”, impulsadas por los poderosos de turno que estructuran verdaderas fábricas profesionales de noticias falsas para sostenerse. Sus promotores son los que huyen al escrutinio público, que es un derecho ciudadano adquirido. Son los que eligen los escenarios de la cómoda propaganda en lugar de la interpelación periodística libre y profesional, atentando contra el derecho a la información pública. Son los que alimentan intencional y premeditamente la viralización de las “fake news” para destruir adversarios y reforzar mitos y relatos de poder.

Afortunadamente, como en la pandemia, también hay vacunas contra estos virus de las mentiras, que tarde o temprano ganarán el duro combate entre lo falso y lo verdadero. Entre lo preciso y lo impreciso. Entre lo sectario y lo plural. Se trata del periodismo profesional y de calidad, la mejor vacuna contra las noticias falsas y la desinformación.

Para superar las trabas a la producción, la distribución y el uso de esta vacuna contra las mentiras, que es el buen periodismo, urge recordar nuestras obligaciones éticas, en días tan especiales como este 10 de mayo, y renovar constantemente el compromiso con nuestra misión: hacer periodismo bajos los principios de siempre. Precisión, rigor, exactitud y temple para enfrentar las infaltables presiones.

Reconocer y corregir los errores de nuestras decisiones y publicaciones es otra condición indispensable para mantener la confianza de los ciudadanos en los periodistas, personas tan falibles como cualquier ser humano.

Ningún mar calmo hace un buen marinero, dice un proverbio. Tengamos la certeza, por lo tanto, que después del huracán perfecto que nos amenaza en estos tiempos difíciles tendremos mejores marineros en el ejercicio del mejor oficio del mundo.

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