El presidente ruso, Vladímir Putin, ha dado este lunes un paso crítico en la confrontación con Ucrania y Occidente al ordenar el envío de tropas rusas a las regiones separatistas del este de Ucrania. Tras un discurso feroz y ardiente, plagado de referencias históricas y críticas a Kiev, a Estados Unidos y a la OTAN, el jefe del Kremlin ha firmado un decreto de reconocimiento de independencia de estas regiones. Ese aval a las autoproclamadas “repúblicas populares” de Donetsk y Lugansk dicta además el despliegue en la zona de soldados rusos para realizar funciones de “mantenimiento de la paz”. El decreto, que llega acompañado de otros de “amistad y reconocimiento mutuo”, alimenta también la posibilidad de una intervención mayor del Kremlin en la antigua república soviética. El gesto supone el recrudecimiento del conflicto en torno a Ucrania y eleva la tensión con Occidente, que ya estaba en un punto álgido. Putin, que había defendido fervientemente los acuerdos de paz para el Donbás, dinamita con su firma la diplomacia.

La reacción del presidente ucranio, Volodímir Zelenski, llegó tras una reunión de emergencia de su Consejo de Seguridad y numerosas llamadas a dirigentes internacionales. En un discurso a la ciudadanía emitido de madrugada, remarcó que la medida de Putin es una violación de la soberanía de Ucrania, y llamó a los aliados a actuar de inmediato e imponer a Rusia duras sanciones. “La verdad está de nuestro lado”, dijo. “Estamos en nuestra tierra, no tenemos miedo a nadie. No le debemos nada a nadie y no cederemos nada”, remarcó.
Horas antes, había sido Putin el que comparecía en un discurso televisado a la ciudadanía rusa, al final de una sesión del Consejo de Seguridad de Rusia convenientemente coreografiado y radiado en todos los canales estatales y en el que ha escuchado a sus asesores argumentar la necesidad de reconocer la independencia de las dos regiones secesionistas. El presidente ruso reclamó a toda Ucrania como un país “creado por Rusia” y acusó al Gobierno de Kiev de ser una “marioneta” de Estados Unidos. También le culpó de contribuir a crear un Estado fallido y de llegar al poder a través de un golpe de Estado: la revolución del Maidán que hace ocho años derribó a un presidente aliado del Kremlin y consagró el viraje del país del este hacia Occidente.