El candidato a la Gobernación, Guido Náyar, lanzó una dura crítica al actual escenario político y económico del país, al señalar que sectores afines al Movimiento al Socialismo (MAS), hoy “camuflados” en sindicatos, federaciones de transportistas y otras organizaciones sociales, continúan condicionando la gobernabilidad y frenando cualquier intento serio de cambio estructural.
Según Náyar, el Gobierno de Rodrigo Paz ha terminado por reactivar y legitimar a estos grupos corporativos que, durante casi dos décadas, se beneficiaron de privilegios directos del poder político. A su juicio, lejos de promover una renovación institucional, el Ejecutivo estaría reproduciendo viejas lógicas de cooptación, otorgando espacios de decisión y cargos públicos a personas que ejercieron poder durante los gobiernos del MAS, en un contexto en el que el país requiere señales claras de ruptura con el modelo anterior.
El candidato sostiene que resulta contradictorio que, en medio de una crisis económica que exige ajustes, reformas y sacrificios, se mantenga en posiciones clave a actores identificados con un ciclo político agotado. Desde su perspectiva, esta continuidad no solo debilita la credibilidad del discurso de cambio, sino que refuerza la capacidad de presión de sectores que —según afirma— no tienen interés en que al país le vaya mejor si ello implica perder cuotas de poder o beneficios históricos.
Náyar también apuntó a la situación en Santa Cruz, donde cuestionó abiertamente la inacción tanto del alcalde como del gobernador Luis Fernando Camacho frente a los bloqueos y medidas de presión impulsadas por estos grupos. En su análisis, la falta de una respuesta política firme permite que los llamados “masistas camuflados” paralicen ciudades, afecten la economía regional y erosionen el derecho de los ciudadanos al libre tránsito y al trabajo.
El planteamiento del candidato se inscribe en un debate más amplio sobre la persistencia del poder corporativo en Bolivia y la dificultad de desmontar estructuras construidas durante años de hegemonía política. Para Náyar, mientras no se enfrente de manera directa este problema —con decisiones institucionales claras y liderazgo político— cualquier intento de reordenamiento económico y democrático seguirá siendo frágil y vulnerable a la presión de los mismos actores de siempre.
En ese marco, su discurso busca interpelar tanto al Gobierno central como a las autoridades subnacionales, cuestionando si existe una verdadera voluntad de cambio o si, por el contrario, el país continúa atrapado en una transición controlada por quienes no están dispuestos a renunciar a los privilegios heredados del pasado.